Hace dos años me tope en una discoteca con Agustín, un hombre de no sé... 46 o puede que 50 años... estaba con unos amigos a unas horas demasiado tempranas para gente de su edad, puesto que estában en horario light, me imaginé que estarían celebrando un negocio o algo así...
El caso es que en un momento dado me separé de mis amigas para ir al baño, y cuando salí, ese hombre mayor me estaba esperando fuera. Me saludo, me preguntó mi nombre y que iba hacer después, le conté que haríamos botellón en alguna plaza cercana y él se ofreció a comprarnos bebidas... cuando nos despedimos me dió su tarjeta y me dijo que yo le gustaba mucho y que haría cualquier cosa que le pidiera por pasar un rato conmigo. Me sentí bastante halagada e intrigada, porque la verdad los hombres maduros son mi debilidad, aunque Agustín me resultaba demasiado mayor...
Pasarón varios días cuando decidí llamarle, pensé que no había nada malo en ello y quedamos en vernos en una cafetería cerca de su piso, me invitó a un pastel de chocolate y luego me llevó a su casa a tomar un refresco. Allí me confesó que cada vez que me veía se excitaba muchísimo y la polla se le ponía durísima y que estaba dispuesto a darme lo que quisiera si cumplía una de sus fantasías, le dije que lo pensaría, y volví a casa. Al día siguiente me sentí intrigada y excitada, volví a marcar su número y le pregunté que es lo que quería que hiciera, me preguntó si tenía un uniforme de colegio y le dije que sí, pero que me quedaba muy pequeño.
- No importa, póntelo y ven a mi casa mañana.
Quedamos a las 8 de la tarde, porque yo tengo toque de queda, me presente en su casa vestida con mi uniforme del cole, un pichi de falda azul marino que me presionaba el pecho y no me dejaba respirar, una camisa blanca, y unas medias blancas hasta la rodilla. Me recibió un poco serio y le pregunté si no le gustaba como iba.
- No jovencita, su indumentaria es exquisita, es su impuntualidad lo que la va a llevar a estar castigada después de clase.
Me dirigió al salón, donde tenía montada una especie de aula, con pizarrita, unas mesas pequeñas que hacían de pupítres y una más grande donde se sentó él que era la del profesor. Me pareció muy excitante que se hubiera tomado tantas molestias. Me senté en uno de los pupitres que tenía sobre la mesa un bolígafo y un cuaderno. El profesor comenzó a dar la clase, empezó por unos sencillos problemas de matemáticas y luego la conjugación de verbos que yo tenía que repetir en voz alta. Al rato dijo:
- Señorita ¿se ha estudiado la lección que había para hoy?
- No, señor.
- Eso es intolerable, venga aquí para que le aplique enseguida un corrector.
Me dirigí hacia él y me acerco a su mesa hizo que me inclinara
sobre la mesa y me subió la falda dejando al descubierto mis bragas, que fue bajando muy despacio hasta dejarmelas en los tobillos, luego me dió varios azotes con la mano, agarrando y pellizcando con fuerza mis nalgas. A continuación cogió una regla y comenzó a azotarme con ella, mientras me decía:
- Esto es por su bien pequeña, debe aprender a obedecer a sus mayores...
A continuación se bajó los pantalones y dejó a la vista su polla, era corta, pero impresionantemente gorda, y se apollaba en los cojones más inflados y enormes que he visto en mi vida. Me dió la vuelta y me dijo:
- Ha sido una buena niña... ya puedes tomar tu lechecita.
Me agaché y comencé a lamerle la polla, pasando mi lengua por ella, y luego metiéndome ese gordo rabo en la boca chupándolo con auténtica devoción, con la mano acariciaba esos impresiontes testículos.
- ¿Te gustan mis güevos?
Yo asentí, y el se giró y levantándose la polla los posó sobre la mesa para que viera lo gordos que los tenía. Me acerqué y se los empecé a lamer para terminar metiéndome uno de esos impresionantes güevos dentro de la boca, chupándolo y mamando toda su verga hasta que se corrió sobre la mesa.
Aún la tenía dura y me dijo:
-Así que desperdiciando su merienda, eres una putita muy mala... póngase de rodillas y quítese la camisa quiero que saque brillo a la regla, porque hoy pienso darle una buena lección,
Me quité el pichi y la camisa, y me agaché, el puso su gorda polla entre mis tetas y comenzó frotar su rabo contra ellas, las agarro con fuerza y se masturbaba friccionando su gorda y dura polla contra mis pechos y mientras se movía, podía sentir esos enormes cojones inflados frotándose contra mi torso y mis pechos. Cuando sintió que ya estaba preparado, me alzó y me tumbó boca arriba sobre su mesa.
- Has sido una putita, muy mala. Y eso merece un castigo.
En ese momento me introdujo esa polla bien gorda, dentro de mi húmedo coñito, con fuerza y sentía como sus cojones azotaban mis nalgas en cada una de sus embestidas, cuando ya cogímos un ritmo, sacó una varita de bambú y comenzó a golpear con ella mis pezones, a jugar con ellos, aplastarlos, moverlos... yo estaba excitadísima... entónces los agarró con los dedos y tiró de ellos con fuerza, haciéndo que tuviera que elevar mi espalda, por el dolor, pero él no los soltaba, por el contrario me los agarró más fuerte, y los usó como ancla para embestirme una y otra vez con mucha más fuerza.
Cuando creí que ya no podía más, me dió media vuelta:
- Tranquila putita, esto aún no ha acabado.
Estaba tumbada sobre la mesa mostrándole mi culo, cuando sentí como un gel frío se deslizaba por él sentí sus dedos abriéndose paso entre mis nalgas y como su dedo acariciba mi agujerito y se introducía en él. Gemí con fuerza.
- Nooo... - contesté con su dedo dentro de mi culo.
- Vaya, eso merece un castigo severo.
Acerco un papel y un lápiz a mi mano.
- Síiiiiii...
- Pues coge el lápiz y sigue escribiendo.
Así lo hice, mientras él volvió hacia mi culo y con la punta de su polla, se abrió camino hasta introducirse dentro de mi agujerito. Yo gemía pero con la mano intentaba garabatear palabras en el papel... al poco ese rabote estába completamente dentro de mi culo moviéndose y haciéndome gritar de placer...
- Escribe, putita, escribe... ahhh...
- Quiero verte chupar tu piruleta.